Cada vez más estudiantes trabajan durante el curso académico. Si bien el empleo estudiantil ofrece varias ventajas, un número significativo de horas de trabajo puede ser perjudicial para la perseverancia académica. Esto significa que compaginar estudios y trabajo es un verdadero reto para mantener la actividad profesional y, al mismo tiempo, reducir el riesgo de fracaso o incluso de abandono.

Estudio y trabajo, una cuestión de equilibrio

Trabajar mientras estudia puede ser una fuente de ingresos para algunos, mientras que para otros es una experiencia que enriquece su currículum. En general, este reto resulta beneficioso e incluso gratificante para algunos jóvenes, para quienes el trabajo constituye un éxito adicional y una buena manera de aprender perseverancia. Sin embargo, encontrar un equilibrio entre la vida estudiantil y la profesional es muy difícil. Es necesario crear las condiciones adecuadas para obtener resultados positivos para el estudiante, cuya prioridad sigue siendo el éxito académico.

Las encuestas realizadas a estudiantes que trabajan han demostrado que la tasa de éxito académico aumenta para un joven que trabaja menos de 15 horas semanales, en comparación con un estudiante desempleado. Esta tasa se revisa a la baja al superar las quince horas. Sin embargo, la curva se invierte, es decir, se observa un efecto negativo cuando el tiempo de trabajo supera las 30 horas. Las estadísticas muestran que los estudiantes que acumulan más de 20 horas semanales en clases, tareas escolares y trabajo remunerado, totalizan más de 60 horas de actividad semanal.

Los pros y contras de equilibrar estudios y trabajo

Un joven que compagina sus estudios con un trabajo estudiantil puede beneficiarse de esta asociación de muchas maneras, siempre que mantenga un equilibrio entre su vida estudiantil y profesional. De hecho, al combinar trabajo y estudios, los jóvenes tendrán la oportunidad de familiarizarse con el mercado laboral y sus exigencias. También les brinda la oportunidad de comprenderse mejor a sí mismos y determinar sus inclinaciones profesionales.

Un estudiante puede aprovechar esta oportunidad para adquirir habilidades y conocimientos adicionales que le beneficiarán más adelante. También puede desarrollar su sentido de responsabilidad y autonomía, tanto personal como financiera. Cabe destacar que el mayor beneficio de esta experiencia será obtener mayor reconocimiento y apreciación en el mundo profesional. Esto puede abrirle más puertas a una carrera exitosa y más oportunidades.

Dicho esto, si existe un desequilibrio entre estudios y trabajo , las repercusiones pueden ser negativas tanto para los estudios como para la vida personal. En este sentido, una mala gestión de ambos aspectos puede resultar en una mala gestión del tiempo y, por lo tanto, en una menor dedicación al estudio. Algunos estudiantes empiezan a acumular mucho absentismo y se retrasan en sus estudios. La dificultad para gestionar y encontrar un equilibrio entre el trabajo y la vida estudiantil aumenta el estrés y la fatiga. Esto repercute negativamente en la concentración y la motivación. Se observa en algunos jóvenes el desarrollo de malos hábitos alimenticios, además de un aumento en el consumo de cigarrillos, alcohol e incluso estupefacientes.

¿Cómo prevenir los aspectos negativos?

Para reducir los aspectos negativos de trabajar mientras estudia, se pueden tomar varias medidas, tanto por parte de los propios estudiantes como de su entorno. Para empezar, el joven debe estar atento a ciertas señales como el estrés, la fatiga, la acumulación de ausencias y las tardanzas. Una vez detectadas, debe tomar distancia para preservar su equilibrio mental y físico. Se recomienda establecer límites para conciliar estudios y trabajo sin exceder sus capacidades. Asimismo, no dude en hablar sobre las condiciones laborales para que estas no interfieran con las clases ni la vida estudiantil del joven. De ser necesario, considere pedir ayuda a un ser querido o a un orientador si el trabajo se vuelve perjudicial para los estudios.

Por su parte, el empleador no debe exigir más de 20 horas semanales durante el año académico. De igual manera, no debe imponer turnos nocturnos a un estudiante. Si la actividad de la empresa requiere trabajo nocturno, el empleador puede proporcionar horarios que finalicen antes de las 22:00, especialmente si el estudiante tiene clases a la mañana siguiente. También puede ofrecer horarios más flexibles, sobre todo en época de exámenes. Es recomendable incentivar al estudiante destacando sus estudios y supervisando su progreso académico. El éxito de estas iniciativas solo se puede garantizar si el empleador se involucra y se compromete plenamente, manteniéndose informado sobre las mejores prácticas al contratar estudiantes.

La intervención de un padre o tutor puede ser apreciada en este proceso. De hecho, deben informarse sobre el trabajo y las tareas a realizar, así como el número de horas dedicadas al mismo. También deben estar atentos al joven y a los cambios que puedan ocurrir y que afecten su vida personal, sus estudios o su salud. También pueden asesorar al estudiante y concienciarlo para que no sobrepase sus límites y capacidades para conciliar estudios y trabajo. Lo más importante es brindar apoyo y asistencia para que el joven tome decisiones equilibradas y saludables.